Déjà vu

Déjà vu

Estaba oscuro y la cabeza le daba vueltas. Abrió los ojos pero no consiguió ver nada. Sentía algo resbalando por su frente. Tardó unos segundos en darse cuenta de que estaba atado. ¿Qué había pasado? ¿Cómo había llegado ahí? Ahora mismo eso no importaba, lo único que quería era salir corriendo de allí.

Sus ojos empezaron a acostumbrarse a la oscuridad, pero la sangre no le dejaba ver. Pudo diferenciar unas estanterías de metal mal colocadas llenas de cajas y herramientas tiradas por el suelo.

Como pudo arrimó sus muñecas a una de las patas de la estantería e intentó cortar la cuerda. En las películas parecía mucho más sencillo. Le llevó horas, pero lo consiguió.

La cabeza le daba vueltas. Intentó limpiar su frente con la manga, pero la sangre ya estaba seca. Su única meta ahora era conseguir abrir la puerta. Cogió un martillo del suelo para aporrearla, pero se dio cuenta de que estaba abierta. Salió corriendo y dejó caer el martillo.

Había un gran número de coches aparcados. Estaba en el sótano de un garaje. Entró en pánico.

Sin pensar quién podía haberle hecho esto, salió corriendo siguiendo la rampa de subida. No le importó qué podía estar esperándole al girar la esquina. Subió tres plantas y por fin entrevió unos rayos de luz que se colaban a través de las rendijas de una gran puerta metálica.

Tiró del interruptor y la puerta se abrió cegándole. Salió y chocó con un rostro familiar.

— ¡Tío que te ha pasado! ¡Estás sangrando!

— Estaba… Estaba atado y… No recuerdo qué ha pasado… ¿Qué haces aquí?

— ¿Cómo que qué hago aquí? ¡Me has llamado tú! ¡Me dejaste un mensaje! Me dijiste que creías que alguien te seguía que estabas aquí y entonces se cortó.

— No recuerdo nada… Me he despertado… Estaba atado y…

— ¿Ahí abajo? ¡Se va a enterar ese hijo de puta!

— No tío… — Pero no tenía fuerzas para pararle.

Así que su colega entró al garaje y cerró la puerta detrás de él. Estaba dispuesto a reventar a puñetazos al primero que viese. Fue bajando poco a poco, escondiéndose detrás de los coches para pillar al cabrón que era capaz de hacer una cosa así.

Al bajar la primera planta le pareció ver algo moverse en un retrovisor. ¿Eran imaginaciones suyas? ¿Se estaba volviendo paranoico? La situación no era para menos. Abrió la puerta que conectaba con el siguiente sótano a patadas y continuó corriendo.

Bajó dos plantas más y empezó a arrepentirse de haberse metido en aquel lío. Pero entonces escuchó algo.

Había una zona de armarios trasteros y uno de ellos tenía la luz encendida. Se acercó con sigilo y vio que había un martillo tirado en el suelo cerca de la puerta. Tenía que actuar con decisión. Era su oportunidad para resolver toda esta mierda.

Notó a alguien moverse dentro del cuartito. Escuchó unos pasos y de repente su móvil empezó a vibrar. No era un buen momento así que dejó que saltara el buzón. Primero tenía que resolver la situación.

Saltó dentro del cuartito con el martillo por encima de su cabeza y le asestó un golpe al extraño en la cabeza. Este se desplomó de frente y dejó caer un móvil.

Le pareció ver su número en pantalla, pero eso era imposible. ¿Verdad?

Empezó a hiperventilar. Esa espalda le resultaba familiar. Dio la vuelta al cuerpo desfallecido y vio el rostro que hacía unos minutos le estaba pidiendo ayuda fuera del garaje.

¿Qué coño había pasado? ¿Estaba perdiendo la cordura? La sangre empezaba a cubrir el rostro de su amigo. Confuso y atacado decidió atarle las manos. Apagó las luces, cerró la puerta y empezó a correr, abandonándolo a su suerte, ¿otra vez?


Estaba oscuro y la cabeza le daba vueltas. Abrió los ojos pero no consiguió ver nada…